lunes, noviembre 29, 2010

Bordelerías, bordas y una estonada

Autor: Asier Gabikagojeazkoa

Tal vez lo más sencillo para nosotros sea escribir sobre etimologías de palabras, pues es lo que más habitualmente nos cuestionamos dentro nuestra linguofilia.

Sin embargo, hay muchos otros aspectos de la lingüística que no hemos tratado tanto, y que siendo menos conocidos por el público laico, y menos accesibles, son igualmente apasionantes si se sabe explicarlos bien.

Con esta introducción no quiero sino poner de relieve, que aunque hablemos mucho sobre el origen y los viajes particulares que nuestras palabras realizan, tenemos en ocasiones ganas de mostraros en nuestro afán divulgativo otros ámbitos para los que no siempre encontramos ánimo y tiempo.

Pues bien, en esta nueva entrada "ligera" voy a volver a escribir sobre el recorrido de vocablos, pero que quede constancia de lo dicho arriba, y en otro momento ofreceremos diversas visiones de la filología.

Ambos autores del blog, pese a que escribamos en castellano usándola a modo de adecuada metalengua en estas labores, somos vascos y es por ello que hablamos mucho de términos referentes a esta antigua lengua europea y sus entornos.

El caso es que en ocasiones llegamos a enlazar la lengua vasca a través de los itinerarios menos esperados, pero que a la postre demuestran que esta lengua se enmarca claramente dentro de las idas y venidas de la mayoría de las lenguas del Occidente europeo y ha estado sujeta a estas influencias areales (bien léxicas o semánticas) del mismo modo que otras.

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Pues bien... el otro día escuchando Gogol Bordello, me puse a buscar el origen precisamente de bordello, que resulta ser un préstamo directo del italiano en la lengua inglesa, para el más común y de mismo origen brothel.

Su significado no viene a ser otro que el de burdel en castellano, y como a simple vista se puede percibir, los tres términos están emparentados.

Originalmente parecen haber significado "choza" o "cabaña", casa hecha con maderos, una construcción simple, en todo caso.
De su sentido de vivienda o habitáculo pobremente construido y asociado a zonas de misería y marginación vendría su posterior relación con "casa de prostitución", significado actual.


Enlazado con esto situaríamos también la palabra que hoy en día se usa para ese significado intermedio que tuvo burdel: chabola.

En castellano chabola es una palabra que proviene de la lengua vasca, en grafía moderna txabola.

Se le ha buscado en alguna ocasión una explicación interna a esta palabra vasca, de tal forma que se la pudiera derivar de etxe (casa), etxa-ola, como otros compuestos que comienzan por txa-: el apellido hispano Chávarri del vasco Etxebarri (Casanueva), de donde proviene igualmente el propio nombre Javier (a través de txaberri > xaberri > xabier), o el famoso vino chacolí (del vasco txakolin, que se le dice de etxeko ardano, "vino de casa").

Pero resulta obvio que, como muchas otras palabras que resultan "extrañas" en el euskera, su procedencia es de las lenguas de Francia, por uno u otro camino.

El catalán y el euskera siempre han actuado como "puente" entre Francia y el resto de lenguas peninsulares, y varios vocablos que en última instancia podrían adscribirse como galicismos, han llegado al castellano a través de éstas, por ser las únicas lenguas cuya área se extiende a ambos lados de los Pirineos.

Txabola proviene concretamente del francés geôle (cárcel), que se prestó al inglés bajo la grafía arcaizante de gaol, aunque hoy sea más habitual leer jail (ambos se pronuncia igual, no obstante), forma evolucionada del latín caveola, diminutivo de cavea (> cage, jaula en fr. e ingl.), "pequeña cavidad o hueco".

En francés antiguo era gaiole, con un sonido velar sonoro inicial (gue) no africado, de donde tenemos también kaiola en euskera (con sordificación de la consonante) y gaiola en portugués, ambas significando jaula.


Otro término similar semántica y morfológicamente es favela, que sin embargo parece no tener relación alguna con los ya mentados.
Para esta palabra se apuntan dos posible orígenes, dentro la propia lengua portuguesa, uno proveniente de favo (panal, también presente en el asturleonés), y el otro de favilla (ceniza caliente), ambos por el aspecto externo que tienen las barriadas constituidas por dichas construcciones.

Una última palabra del entorno léxico podría ser chalet, que ha adoptado en castellano una connotación antónima a la de txabola o favela, en el sentido de indicar esta vivienda un estatus económico alto.
Aun así, su concepción primera era la de una simple cabaña alpina, referida a las chozas de los pastores de la región de habla arpitana.
Es precisamente de la lengua franco-provenzal de la Suiza romanzada de donde nos viene esta palabra, si hacemos caso a las fuentes etimológicas, de una raíz pre-indoeuropea *cala, "refugio de montaña", a la que se añade el sufijo -ïttu.
Estos refugios se dicen que eran utilizados también para guardar el ganado o para la elaboración de queso, entre otros humildes propósitos propios del pastoreo.
Es, por tanto, un término gemelo en significado (independientemente de su uso actual en castellano) a borda, que pronto vamos a tratar.


Retomemos entonces las raíces de bordello y otros morfemas homófonos en diversas lenguas cercanas.

La palabra más común en inglés para burdel es brothel, y no el italianismo que nos centra en este post, que más arcaicamente existía en esta misma lengua bajo la forma bordel.
Bordel es el diminutivo francés de borde (cabaña), de una raíz germánica (de la lengua franconia) para "tabla, madero".
En inglés la elección final de brothel resulta de una confusión entre bordel y un viejo participio brothen, que quería decir "persona miserable", del verbo brethen, dentro del campo semántico de echarse a perder, estropearse, malograrse, etc.

La forma adjetival brothen se aplicaba a las prostitutas como mujeres perdidas (en un sentido metafórico o espiritual), de la misma manera que el euskériko emagaldua (de eme, hembra, y galdu, perder).

Brothen-house, prostíbulo, se acortó en brothel por mezcla con el galicismo bordel.

Sin salir de la lengua inglesa tenemos el sustantivo básico que parte de la misma raíz germánica: board, de uso frecuente como tabla física, tablón y conceptos derivados, reales o abstractos (traducido como "panel" se enlaza con keyboard o signboard).
Una tabla de surf o surfboard

En castellano poseemos idénticamente el préstamo francés, aunque, según la RAE, llegado a través del catalán o del occitano.
Sin embargo, en castellano la vocal átona es u y no o, tal vez por analogía con burdo, cuya etimología latina no tiene relación alguna con la de burdel.


En la lengua vasca se nos hace curioso que la forma propia para llamar a la ciudad gascona de Burdeos sea Bordele (en gascón Bordèu < *Bordel), que no tiene en absoluto vínculo con "burdel", sino con el nombre galo de Burdigala.

Pero sí que existen referencias claras a la raíz franconia en euskera en el propio nombre que se da a las cabañas y cuadras que se encuentran en las zonas altas de los montes vascos y en las ascensiones pirenaicas: borda.

En el diccionario vasco se establece los límites de este término en torno a los castellanos aprisco, establo, choza, cabaña, granero, granja.

Aparentemente, este vocablo nos llega directamente desde el *borda germánico (tabla), y aunque es muy conocido entre los mendizales vascoparlantes, no es exclusivo de esta lengua y aparece también en aragonés, de donde tenemos el propio apellido Labordeta, con sufijo diminutivo, así como en catalán con un sentido ligeramente distinto de corral o casa de campo (os redirijo a dos posts más amplios sobre la relación lingüística con una antigua cultura pastoril transpirenaica en el blog de Joan Peiroton aquí y aquí).

La academia de la lengua castellana lo acepta delimitándolo al entorno pirenaico: albergue de pastores y ganado.

En cambio, borda llegó al castellano también por otros cauces que lo derivaron hacia significados marinos y no monteses.

Seguramente a través del dominio del imperio español en Flandes (región de habla franconia) múltiples préstamos orientados a la navegación marina se tomaron en la lengua castellana.

La borda de un barco (entiéndase como el costado de la nave) viene acompañada de las palabras borde y bordo como cognados casi sinónimos, coincidiendo todos en su procedencia del francés bord, sin olvidar que borde pasó a ser extensivo al extremo de cualquier objeto, y no sólo de un barco.

Es evidente que los barcos estaban hechos de tablones de madera, y por ello la elección de la raíz germánica *bord (inglés board) es obvia.

Esta raíz marca nuevamente su presencia en dos notables conceptos marinos como son babor y estribor, probablemente desde el franconio posterior bien llamado flamenco, neerlandés u holandés, pese a que las fuentes oficiales insisten en atribuir al francés el préstamo último al castellano.



Estribor (del fr. stribord, hol. stierboord, stuurboord) quiere decir el lado derecho del barco (el que se ve en la imagen), en inglés llamado starboard, del verbo steer (dirigir, conducir, gobernar), debido a que antiguamente el piloto se situaba en este lugar.

Babor, siendo el lado izquierdo del barco, tiene su origen en bakboord (en holandés), paralelo al inglés backboard ("lado posterior") que no es la palabra usada para ello, sino larboard ("lado de carga", de la rotacización del verbo lade, con una dificil relación con load).

En ambos casos el sufijo -board del inglés no es endógeno y es un reanálisis popular de los préstamos bajo su forma en -bord.

Estrechamente enlazados con todo esto tenemos los derivados abordo (estar en el barco), que se encuentra en inglés igualmente como on board que como el prefijado aboard, y también el verbo castellano abordar (asaltar el barco).

Asimismo, es señalable la expresión coloquial "tirar por la borda" que en su abstracción metafórica ha superado el ámbito marino.


Dentro de los préstamos gérmanicos relativos a la navegación, además de los puntos cardinales ya mencionados en la entrada anterior de Josu, no podemos olvidar la palabra rumbo.

Éste venía en un principio a referirse a las 32 posiciones posibles de la aguja de una brújula, interpretado etimológicamente como el "espacio" navigacional, del holandés rume, pasando por el francés antiguo rum> rumb (con consonántica epentética añadida), en parentesco claro con el inglés room o el alemán Raum.

A diferencia de barco, su hermano menor bote sí que proviene también del francés antiguo bot, tomado del inglés boat, originario de una raíz indoeuropea para "partir, dividir, escindir", en el sentido de cortar un árbol para obtener maderos que usar en su fabricación.



Volviendo a las palabras que comienzan por bord-, existe otro par en castellano que no tiene nada que ver en etimología ni significado.


La acción de bordar, grabar dibujos hilando sobe una tela, nos conduce de nuevo a otra raíz germánica, aunque ésta distinta fonética y semánticamente.
Se trata del verbo franconio brozdon (del gmc. *bruzdan), desde un sustantivo original *bruzda, que representa al utensilio usado en la acción: "aguja, punta".
El término francés desde el cual pasó al castellano fue broder (del más arcaico brosder).

El cambio de sonido en esta palabra viene por influencia de borde (disponemos como más fiel al original el sinónimo verbal broslar, también castellano aunque apenas conocido).
Y es que los bordados suelen precisamente realizarse en los bordes del tejido, y por esta asociación mental se dio lugar a la analogía fonética.

Ya hemos hablado de borde antes, como la generalización desde el vocablo marino para el costado de una nave hasta el canto de cualquier cosa.
No se limita a las cosas físicas.
También un borde es un límite abstracto (al borde del colapso, el borde del abismo, el borde entre dos países) y de ahí nos viene bien el ejemplo del inglés border, frontera.
Procedente del francés bordure, aquí el lexema franconio bord se establece como "margen", otro sinónimo del borde castellano.

Curiosamente, una frontera es también un "palo que separa", así que retomamos el prístino sentido de "madera" de la raíz germánica.

Por otra parte, a un borde en euskera se le dice ertz que presenta un notable parecido, casual o no, con el puramente germánico Ecke (alemán) o edge (inglés, del anglosajón ecge).


Pero hay otro borde en castellano que viene del latín burdus, con un paso previo por la lengua catalana según dicen, ya que la evolución padremoñal castellana es burdo.
Ambos significan bastardo, esto es, "nacido fuera del matrimonio", y sólo como significado secundario viene el coloquial "impertinente, antipático" de borde o el "tosco, grosero" de burdo.
Volviendo al principio del post, el vínculo entre burdo (bastardo) y burdel en el imaginario popular provocó la mutación vocálica de esta palabra frente al anterior bordel.



Para terminar esta serie de germanismos cercanos a ambos lados de los Pirineos se me presenta el simpático estona catalán ("rato, momento"), que sorprendentemente parece venir del gótico stûnda, cognado del actual Stunde alemán, que significa "hora".

Estona existe igualmente en lengua occitana, pero no es fácil de entender el por qué del desacuerdo de los lingüistas sobre la etimología germánica.

Parece razonable ver que "rato" (un periodo de tiempo de duración no especificada) y "hora" (un periodo de tiempo de duración especificada) son parientes cercanos y los cambios fonéticos entre stona y stûnda son nimios y previsibles.

La e- protésica es regular en las lenguas ibéricas carentes de s líquida y la reducción consonántica -nd- > -n- es una de las características exclusivas del catalán y del gascón dentro de los romances de oc; en las dos el verbo pedir se expresa "demanar" (comparar con el demandar castellano o el francés demander, preguntar).
Es considerada una peculiaridad pirenaica que también aparece en euskera.


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Ha sido en definitiva, un repaso por cómo funcionan ciertos mecanismos de creación léxica en las lenguas, usando las evoluciones propias, los préstamos selectivos a realidades concretas y significados derivados, así como la importante influencia de la analogía con otros términos y la asociación popular entre ellos a la hora de configurar su aspecto y uso finales.

domingo, noviembre 14, 2010

Orientándonos


Autor: Josu Gómez "Eleder"

Tras tanto tiempo sin escribir en el blog, me toca orientarme a la hora de enfrentar la pantalla vacía. Por eso he pensado en éste como el tema del nuevo post. Así, comienzo por orientarme, esto es, mirar al Oriente, al Este. ¡Vaya! ¿Por qué en castellano “orientarse” tiene que ver con el Este, cuando nuestras brújulas, instrumento de orientación por excelencia, señalan al Norte? (o al Sur, claro, dependiendo del Hemisferio)

Lo del Norte es realmente por una mera y triste razón física: porque la Tierra está magnéticamente orientada hacia sus dos polos, así que imantar una aguja y observar hacia dónde se movía era una forma práctica de saber la dirección en la que uno se movía. De aquí provinieron expresiones como “perder el norte”, “estar desnortado”, etc.

Lo de “oriente” es mucho más poético: los antiguos mapas tenían el Este como punto geográfico superior, seguramente por ser ésta la dirección del sol naciente. En la Europa cristiana también influó el hecho de que Jerusalén estuviera situada al Este, dado que era el punto central de los mapas en T (con Asia arriba, sobre el travesaño de la T, Europa a su izquierda, y África a su derecha).

Y es que, a fin de cuentas, esto de la “orientación” de los mapas es algo cultural. Una de las cosas que más nos chocaba a los lectores de Tolkien, cuando abríamos “El Hobbit”, es encontrarnos con un mapa hecho por los enanos que estaba orientado hacia el Oeste, lo que se explica posteriormente en el hecho de que las grandes migraciones de los pueblos de la Tierra Media (donde se sitúan las grandes obras de Tolkien) se realizan desde el Este hacia el Oeste (nos ahorraremos aquí las explicaciones sobre la Tierra Bendecida de Valinor, la huída del Enemigo Oscuro tras la caída de los Árboles, etc.)

En cualquier caso, los nombres de los puntos cardinales reflejan estas convenciones. En castellano, curiosamente, no usamos de forma preferente los nombres latinos, sino los germánicos: Este (compárese con East), Oeste (West), Norte (North) y Sur (South).

Este” proviene, si nos remontamos al germánico antiguo, de “austra”, que a su vez viene del indoeuropeo “hausos”, que en griego dio “aurora”; esto es, la salida del sol, que es, con otras palabras, el mismo concepto que el latín “Levante” (donde el sol comienza a “elevarse”), o que “Oriente”, de mismo significado (de “orior”, “se levanta”, originalmente relacionado con “comenzar”, como “origen”).

Oeste”, por su parte, está relacionado con la palabra latina “vespera” o el griego “hesperos”, significando “la tarde, el crepúsculo”. También se usa “Poniente”, “donde el sol se pone”, y “Occidente”, de significado mucho más simbólico (y lúgubre): de “occido”, caer, sucumbir, morir.


Norte” proviene del germánico “nord”, del protoindoeuropeo “ner”, “abajo”, que se explicaría por el sistema de orientación indoeuropeo. Los otros términos para designar este punto cardinal son igualmente curiosos: “Sepentrión”, que significa “siete bueyes” (nombre que los romanos daban a la Osa Mayor; “Ártico”, curiosamente, proviene también de la misma constelación, pues proviene del griego “arktos”, “Osa”), y “Boreal”, que proviene del dios griego Boréas, de etimología desconocida. Finalmente, “Sur” proviene de “suth”, quizás relacionado con “sun”, “sol”. “Meridión” significa “mediodía”, dado que en Europa es el punto al que señala el sol cuando está en su cénit, y “Austro” está, curiosamente, relacionado con “aurora” también.


“Austro”, precisamente, es el origen del nombre de Australia, que vendría a significar “sureña”, y es uno de tantos topónimos creados a raíz de los puntos cardinales (lo que es curioso, porque nadie es “norteño” u “occidental” desde su punto de vista, lo que nos inclina a pensar que la gran mayoría serán en realidad “exónimos”, nombres dados a esa tierra por gente de fuera de ella, aunque en ocasiones hayan acabado siendo asumidos por los habitantes). Otro curioso ejemplo es el de Tonga, un país insular del Pacífico, cuyo nombre significa “Sur” en varios idiomas polinesios; en el mismo caso, en una zona totalmente distinta, se encuentra Yemen, “sur” en árabe, por estar situado en esa zona de la Península Arábiga (aunque su significado literal es “derecha”, se cree que las lenguas semíticas podían haber tenido un sistema de orientación que dejara el sur a la derecha y el norte a la izquierda).

En el otro extremo tenemos la Tierra del Norte, como era llamada por los europeos: Noruega (“Norweg”, tierra hacia el norte, en contraste con las “suthrvegar”, Alemania, y las “austrvegr”, las tierras bálticas), con otro equivalente en el Pacífico: Tokelau, archipiélago cercano a Nueva Zelanda, que significa “norte” en polinesio.

Si nos vamos a “Oeste/Occidente” y “Este/Oriente”, nos encontramos con un interesante paralelismo en el mundo árabe: “Maghreb” (zona a la que mi compañero Asier ha viajado últimamente), en árabe, significa “Occidente”, existiendo también un “Mashrek”, “Oriente”, que es la zona entre el Mediterráneo e Irán. Pero lo más curioso es que, de hecho, “Europa” podría provenir (no es seguro) de una raíz semítica, cognada del fenicio “ereb”, que significaría también “atardecer”, mientras que “Asia” podría provenir de formas relacionadas con el fenicio “asa”, “salir, ascender”. No son etimologías extremadamente probables, pero sí sugestivas.


Buscando países con el concepto “Este” en su nombre, enseguida nos surge Estonia, aunque probablemente su etimología sea distinta (se sugiere “moradores del agua”). Otra etimología interesante, en el otro extremo, es la de Irlanda, que, en su forma Éire, podría provenir de ì (“isla”) + thairr (“oeste”) + fónn (“tierra”), dando así “la isla del oeste”, siendo el mismo concepto que, en semítico, ha podido dar el nombre de Arabia (“oeste”), siendo todas etimologías muy poco seguras.

Y para terminar nuestro viaje de orientación por los puntos cardinales, podemos recordar que esta misma palabra, “cardinal”, proviene del “cardo”, nombre que se daba en Roma a la “calle principal” que recorría las ciudades en dirección Sur a Norte... y con esto volvemos al mismo punto (cardinal) de partida. Y aunque hayamos terminado un tanto mareados, no ha estado mal para un reencuentro FiloBlógico.